miércoles, 21 de febrero de 2007

Mi cuate el "Gringo"



Tengo un cuate gringo, es texano, buena onda el chavo. Es el típico gringuillo, rubio, ojo azul, más flaco que César Bono. Porta una barbilla tipo los malos de las películas "western".
Pues bien, John, (mejor conocido por nosotros como Oh John! o el Papa John) quiere aprender todo lo que es México. Habla un español al setenta y cinco por ciento y su premura era apreder a alburear. Poco a poco le hemos ido enseñando las delicias de nuestro idioma y cuando entra a las cantinas ya alburea al 80 % el nene.
Se quiere comer nuestra cultura. Es una esponja que todo capta.
Así que una tarde, me llama un amigo que tiene una llantera para pedirme ayuda y sacar una camioneta que se le había ido a un chalán a una fosa. Resulta que el John estaba conmigo junto con otros cuates. Les digo:
-Acompánenme a sacar una troca que está tirada en la fosa de la llantera. Éramos como 6 cuates y todos nos trepamos al coche de mi compadre Morao. Llegamos al lugar y efectivamente, una camioneta roja estaba metida en el oyanco de la alineación. Es inútil decir que no la pudimos sacar a la primera, era un acto más que imposible. Creíamos que necesitaríamos una grua. Llamamos a más gente para que nos auxiliara. Llegaron mecánicos, chalanes, licenciados, contadores, profesores, administradores de empresas, intendentes, oficinistas y uno que otro desempleado. Como a la hora entre todos pudimos sacar el mentado vehículo.
Como ese día era viernes, no se hizo esperar el primer brindis para celebrar que se había logrado el cometido. El gringo estaba contento. Tomaba su copita y platicaba y echaba sus albures con los chalanes. Pero con el paso de los minutos, no falta el que pone otro pomito, después llega más gente y otro litro. Se arma la cópera y van por más etil. Es aqui donde el gringo se espantó. Había un mucha gente y ya todos medios incróspidos. Creo que le dio miedo el ver a tantos mexicanos chupando como todos unos profesionales. No sabemos que pensaría al ver tan bonito cuadro. Nadie se metía con él. Todos estábamos en el coto y lo incluíamos para que se relajara.
Disimuladamente y con los ojos azules a punto de las lágrimas me pide:
-Por favor, llévenme a mi casa.
Upss, ¿Qué habrá pensado?

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja le dió pánico escenico... así es la vida en gringolandia my friend, mas de 2 es MULTITUD! jaja

saludos