domingo, 29 de abril de 2007

Mujeres

Hace poco estaba con mi amigo Héctor tomándonos unos tragos en nuestro bar favorito. Como siempre, comentábamos nuestros gustos por las mujeres. A él le gustan flacas, cadáveres vivientes; féminas con las cuales no hay mucho para divertirse. Mientras que a mí me gustan llenitas, con curvitas deliciosas, en fin, tenemos gustos totalmente opuestos. En esa polémica estábamos cuando se nos acerca nuestro amigo el Lic. Angel. Un señor ya de edad avanzada y nos da una cátedra de sabiduría, esa sabiduría que sólo los años pueden dar:
"Déjense de discusiones inútiles-nos dice con vaso en la mano-aprovechen que aún están jóvenes y todavía pueden tener a cualquier mujer",agregó con la mirada un tanto perdida. "En cuanto lleguen a mi edad, se darán cuanta de algo, los viejos para las damas sólo servimos para dar tres cosas: lástima, dinero y asco". Diciéndo esto, apuró su copa, dió media vuelta y volvió a su lugar.
Héctor y yo nos quedamos perplejos, cada quien se veía a sí mismo a los sesenta años, sentados en el rincón de una cantina, comprando amor.
¡Cuánta razón hubo en esas palabras!