La noche del pasado viernes fui invitado a ver una función de títeres. Desde niño esos espectáculos me fascinaron y ese día, que tenía la oportunidad de volver a asistir a uno de ellos, no lo dudé y con toda la buena vibra que moraba en mi interior acudí a dicha presentación.
A las ocho en punto todo estaba predispuesto. El escenario, aunque un tanto rústico, denotaba la diversión que estaba por venir.
Las luces se atenúan y se abre el telón.
Se inicia el primer acto. Aparece un muñeco un tanto burdo, vestido con ropa casual, su peinado es todo para atrás, tipo Eddie Monster. Realiza su rutina, la cual consistía en deshacerse de un yugo que lo traía loco. Quien lo manejaba, parecía no ser muy diestro en el arte de dominar los hilos de los cuales pendía dicho monito. El resultado, un acto un tanto aburrido. Se escuchan pocos aplausos del respetable, se cierra el telón y las luces se encienden.
En el segundo acto, aparece una marioneta un tanto graciosa. Es un gordito que realiza muchas suertes para poder lograr un cometido. Escapar de su mamá, quien lo traía asolado y no lo dejaba vivir su vida como era debido. Nuevamente, el manejador de este muñeco no es capaz de enganchar al público ahí presente. Todo indicaba que esta función sería un verdadero desastre. Si volteabamos a ver al vecino de al lado, claramente percibíamos un dejo de aburrición la cual era acompañada por bostezos disimulados.
Cuando pensábamos en que todo sería un fracaso, comienza el tercer acto. Una música estruendosa anuncia a la estrella de la función.
-"Señoras y señores...con ustedes nuestra estrella...¡Bolacho!"
Es aquí donde aparece una marioneta muy peculiar. Es un títere bonachón, poseedor de una hermosa sonrisa y vestido a la última moda. Su acto consiste en lo siguiente:
Sube a su auto, enciende su autoestéreo, eleva el volumen a niveles insospechados y feliz va a reunirse con un grupo de amigos. Llega al lugar de la reunión. Todo es buen humor y mejor vibra. Bolacho se nota contento. Bromea, da vueltas, va y viene de un lugar a otro, se pavonea. Sus amigos gozan de su presencia. Todo es diversión. De pronto se oye el rinrinear de su teléfono celular. Bolacho contesta y su rostro se desencaja. De aquí en adelante, nada es igual.
Sube a su auto, enciende su autoestéreo, eleva el volumen a niveles insospechados y feliz va a reunirse con un grupo de amigos. Llega al lugar de la reunión. Todo es buen humor y mejor vibra. Bolacho se nota contento. Bromea, da vueltas, va y viene de un lugar a otro, se pavonea. Sus amigos gozan de su presencia. Todo es diversión. De pronto se oye el rinrinear de su teléfono celular. Bolacho contesta y su rostro se desencaja. De aquí en adelante, nada es igual.
El ambiente se torna tenso. El muñequito quiere volver a ser el mismo de hace un minuto pero no puede. El público, en este momento, se da cuenta de que quien maneja a este ser "inanimado" es un virtuoso. El titiritero logra captar la atención del respetable. La marioneta es manejada magistralmente. Lo hinca, lo levanta, lo hace girar, lo saca del escenario y lo vuelve a meter a su antojo. Pareciera que el títere se mueve a voluntad propia, ¡pero no! El muñeco es totalmente manejado a los deseos del titiritero.
Asi, el acto se va desarrollando hasta que al buen Bolacho lo alejan de ese grupo de amigos para llevarlo directamente a los brazos de una soledad nada deseable. Sin despedirse y sin que sus amigos lo vean toma un sendero obscuro y desaparece con las manos dentro de los bolsillos del pantalón y su figura poco a poco se va desvaneciendo mientras el telón se cierra.
El rugir del público no se hace esperar. Una ensordecedora ovación se escucha y todos los presentes gritan ¡que vuelva Bolacho! para vitorearlo. Pero nada, la marioneta jamás vuelve a aparecer en el escenario.
Yo estaba perplejo. Quería conocer a quien era capaz de manejar con tanta majestuosidad a un muñequito.
Me escabullí tras bambalinas y pregunté quien era el manejador del Bolacho. Me señalan hacia una mujer.
-"Ella, ella es la titiritera" Me dice Ramiro, quien es el productor de la función.
Volteo hacia donde me indican y la veo. Efectivamente, es una mujer. Quedo fascinado ante su virtuosismo y me pregunto:
-"Si eso es capaz de hacer con un muñeco, ¿qué no hará con cualquier cosa que se proponga?"
-"Si eso es capaz de hacer con un muñeco, ¿qué no hará con cualquier cosa que se proponga?"
Ella se nota impasible, segura de si misma. Casi no habla con nadie. Sólo da órdenes.
-"Verónica, traeme al &$%¨* títere por favor". Ordena
La susodicha recoje al Bolacho del suelo y lo lleva a la mujer.
Veo como la titiritera avienta al monito dentro de una maleta, la cierra con aire displicente y la deja abandonada.
-"Lleven mis cosas a la camioneta, voy a tomar un café". Se aleja la mujer sin siquiera voltear a ver a nadie.
Yo la observo alejarse. Altiva, segura de si misma. Veo la maleta donde está nuestro protagonista abandonado.
Pienso: "Si Bolacho tuviera vida propia, no aceptaría que lo trataran así"
Acongojado, me retiro del lugar.
-"Jamás volveré a asistir a este tipo de espectáculos" Digo en voz baja.
1 comentario:
A cuantos Bolachos conocemos!!!
Solo que el titiritero en este caso no es esa mujer fria y desalmada que pintas en tu relato, el titiritro de la enorme cantidad de Bolachos que conzco y he conocido es la propia vida, los bolachos se dejan llevar y no son capaces de tener propia voluntad, crecen y se desarrollan llenos de miedos, es increible como la historia es la misma....
Me encanto...Por cierto
¿Cuando despertaras a tu Bolacho?
Te quiero
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