Recuerdo que cuando era chavito, mi papá tenía colgado este pensamiento en su barecito. Era de cartón grueso con letras estilo medieval. Yo andaba por los 9 años cuando lo leí por primera vez y algo capataba. Pasaron los años y un buen día llegó un "amigo" gandalla de mi papá argumentando que mi viejo le había dicho que le prestara ese cartel para copiarlo. Ahí voy de buey, lo descuelgo y se lo doy. ¡Jamás volví a ver a ese rata"!.
Mi siempre tranquilo padre al saber que me habían dado bajín a la mala, me dijo que no sabía quien era el tipo y que nunca dio autorización para prestarlo.
Hasta el día de hoy me sigo acordando de la progenitora de ese ser desconocido que me había hurtado un simple cartelito donde yo año con año hurgaba en mi conciencia para ver si era cierto lo que ahí decía.
Hoy, a unas décadas después, mis amigos y yo ya somos padres. Y entra la incertidumbre de lo que nuestro hijos piensen de nosotros. Aún somos jóvenes. Pero la infancia ha perdido la inocencia con la que nosotros crecimos. ¿Qué tantas ideas rondarán en sus cabezas? Todo depende de la calidad de vida que les ofrezcamos día a día. Del amor incondicional que les brindemos, una caricia cuando sintamos la necesidad de darla, una palmada y unas palabras de seguridad emitidas en el momento preciso serán la clave para que nunca duden de que en verdad los amamos.
Y nosotros, como hijos, si aún tenemos la dicha de tener con nosotros a nuestro padre, no perdamos la oportunidad de decirle cuánto lo queremos y seguimos admirando.
¡Yo lo haré hoy!
Mi siempre tranquilo padre al saber que me habían dado bajín a la mala, me dijo que no sabía quien era el tipo y que nunca dio autorización para prestarlo.
Hasta el día de hoy me sigo acordando de la progenitora de ese ser desconocido que me había hurtado un simple cartelito donde yo año con año hurgaba en mi conciencia para ver si era cierto lo que ahí decía.
Hoy, a unas décadas después, mis amigos y yo ya somos padres. Y entra la incertidumbre de lo que nuestro hijos piensen de nosotros. Aún somos jóvenes. Pero la infancia ha perdido la inocencia con la que nosotros crecimos. ¿Qué tantas ideas rondarán en sus cabezas? Todo depende de la calidad de vida que les ofrezcamos día a día. Del amor incondicional que les brindemos, una caricia cuando sintamos la necesidad de darla, una palmada y unas palabras de seguridad emitidas en el momento preciso serán la clave para que nunca duden de que en verdad los amamos.
Y nosotros, como hijos, si aún tenemos la dicha de tener con nosotros a nuestro padre, no perdamos la oportunidad de decirle cuánto lo queremos y seguimos admirando.
¡Yo lo haré hoy!
2 comentarios:
Maese, felicidades por tener un padre paciente que no te regañó por haber "prestado" su cuadro, jejeje.
Y felicidades por haber aprendido tú también a serlo :)
Saludos!
Primero que nada maese.....gracias por su visita,estuve leyendo tu blog y esta chidin,el papiro de el PADRE lo conoci como a los 12 años, felicidades por tener un PADRE asi.
P.D. el nombre de maese de donde lo traes??,,,ssaludos
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